Galicia: Provincia de PONTEVEDRA

Galicia

Galicia: Provincia de PONTEVEDRA

PONTEVEDRA 

Villas y ciudades

Arcade. Los cañones de Pontesampaio, que destrozaron a los invasores franceses en 1809, a falta de bronce los hicieron “de pau” de boj y abrazaderas de metal. Sus ostras son, sin duda, las mejores; y uno de los más hermosos castillos lo es el cercano de Soutomaior, que tanto nos recuerda al mítico Pedro Madruga.

Armenteira (monasterio). Iglesia románica (¡qué preciosos rosetón y portada!), junto a un convento barroco, de nuevo habitado por monjas cistercienses. Por estos montes y durante unos distraídos 300 años, quedó suspenso de unos trinos el fundador San Ero.

Arousa: ruta marítima del Apóstol.

La ría de Arousa revienta de islas, islotes y bateas, que convierten la navegación por este mediterráneo gallego en un divertido y peligroso juego de billar romano.

 Grove (península). Fue isla antes de enlazarse al continente por el arenal dunar de A Lanzada y las marismas de O Bao. Al lado de Noalla, el lugar donde el obispo Sesinando explotaba las riquísimas salinas (de donde viene Salnés), para distribuir a y en los conventos gallegos). Destacan las dos San Vicente, la marisquera villa de O Grove y la isla de A Toxa o Louxo.

Cambados. Conjunto histórico-artístico donde destacan plazas (del Rollo, Alfredo Brañas, Vizcondal de Fefiñáns), iglesias (las de San Francisco y San Bieito, así como las viejas ruinas de la ojival Santa Mariña),  pazos (el impresionante de Fefiñáns, el de Bazán, los de Molto, Ulloa y Montesacro). En este “conjunto tal vez más bello” se criaron tres grandes artistas: el poeta Ramón Cabanillas y los escultores Asorey y Leiro; y se bebe el mejor albariño, “vino agarimoso, valente e boante; romano... litúrgico... feudal”.

 Vilanova. Unida a la isla de Arousa por un combado puente de 2 kms. y, por orgullosa memoria, a sus dos hijos más ilustres, los muy personales Valle Inclán y Julio Camba.

 Vilagarcía de Arousa. A su puerto llegaron los primeros jacobitas y de él partieron hacia Hispanoamérica riadas de emigrantes. Entre su conjunto histórico-artístico, sobresalen los pazos de Baión, Golpelleira y Vista Alegre.

 Carril. En los huertos de sus arenales, los vecinos mariscadores cultivan almejas, ostras, berberechos y navajas.

 Catoira. Los vikingos subieron río Ulla arriba hasta Iria Flavia. Para que no lo repitieran, se reconstruyeron las Torres de Oeste. Ni los normandos pudieron repetir la incursión, ni los ingleses y otros piratas alcanzaron Padrón y Compostela para saquearlas.

 Pontecesures. Frente a la villa coruñesa de Padrón, ésta es la primera población pontevedresa en la ribera sur del río Ulla. Sólo en este puerto podía traficarse con sal y aquí arriban las embarcaciones que repiten la ruta marítima del Apóstol.

Baiona. En la península que cierra la bahía de Baiona se levanta el fuerte de Monte Real (hoy Parador Nacional). Aquí atracó, a su regreso del Nuevo Mundo, la nave Pinta, primera carabela que retornó a España tras el descubrimiento. Es preciso pasear las murallas. Y empaparse de piedra y peces en el casco antiguo, declarado conjunto histórico-pintoresco por la Unesco. El modernista Antonio Palacios (el del palacio de Comunicaciones de Madrid) es autor del llamativo monumento a la Virgen de la Roca y, unos kms. al norte, en Panxón, del templo votivo a la Virgen del Mar.

Combarro. Conjunto histórico-artístico, a 5 kms. de Pontevedra, con numerosos hórreos y cruceros alineados junto al mar.

Estrada (A). Municipio de rica historia y numerosos restos monumentales (castros, puentes romanos, iglesias románicas; pazos, como los de Ribadulla y de Oca, éste de jardines irrepetibles). Es la capital del mueble y del turismo rural.

Guarda (A). En la ladera del monte de Santa Tecla se conserva una de las más importantes citanias ibéricas (unos 2.000 años antes de Cristo).

Lalín. Capital del “cocido gallego”, probablemente su monumento más indiscutible, aunque no el más antiguo. Casi al lado, el milagroso y desproporcionado santuario de Nuestra Señora do Corpiño.

Mondariz-Balneario. Es el mito resurrecto de lo mejor del termalismo gallego.

Morrazo (península del). Entre las rías de Pontevedra y Vigo, y frente a las míticas Islas Cíes. Su accidentada costa proporciona bellísimos parajes, con profusión de puntas, cabos, miradores. Sobresalen, en la costa norte, las villas de Marín y Bueu, y, en la sur, las de Cangas y Moaña. No olvidarse del dolmen de Domaio ni del crucero monolítico de Hío, obra maestra del gran Cerviño.

Oia (monasterio). Enfrentado al mar y a los piratas casi desde su fundación por Alfonso VII. Son notables su ábside de cinco capillas escalonadas y los “curros” que se celebran en los alrededores (Valga y Mougás).

Poio (monasterio de). El convento de los Mercedarios de San Juan sigue siendo lo que fue, un referente cultural y religioso: sostiene una magnífica biblioteca, la escuela de canteros, el centro de investigación del mosaico... Apasionan sus veranos universitarios y la “Salve” marinera en la tarde de los sábados.

Ponteareas. Manos blancas tejen con pétalos multicolores bellísimas alfombras florales en las calles por donde pasará la procesión del Corpus. Muy próximo y sobre el monte Picaraña, el restaurado castillo de Vilasobroso, donde se casaron Dom Dinís de Portugal e Isabel, princesa de Aragón.

Pontevedra. Es río, mar y piedra: su nombre latino –Pontis Veteris- señala el viejo puente sobre el río Lérez; es el ombligo de la ría de su nombre; y su casco antiguo es el más bonito y amplio, junto con el de Santiago. Se podría comenzar la visita por la Alameda, a donde dan el palacio de la Diputación, las hermosas ruinas de Santo Domingo y el palacio del Ayuntamiento; la basílica de Santa María la Mayor, con una fachada plateresca de tres cuerpos que embelesa; la plaza del Teucro, la calle de los soportales; la plaza de Ferrería, con el convento de San Francisco en el alto; la plaza de la Peregrina, cuya iglesia tiene planta de vieira; la increíble plaza de la Leña, a donde abren los edificios centrales del museo de Pontevedra; la iglesia jesuíta de San Bartolomé y, ya extramuros, el convento de Santa Clara.

Porriño. Cruce de caminos y cantera de cotizadísimos granitos. Aquí nació el arquitecto Palacios, autor del templete de San Luis y de la Casa Consistorial.

Redondela. Villa de los viaductos (dos puentes ferroviarios la sobrevuelan) y villa de los pazos (Reboreda, Pousadoiro, Agrelo y Torre Cedeira).

Sanxenxo y Portonovo. La playa de Silgar y las varias de Portonovo acogen las mayores concentraciones de turistas en el soleado verano gallego.

Silleda. Quizás quede en la memoria por el faraónico recinto ferial. Muy cerca, la “fervenza” (cascada) del río Toxa y las imponentes ruinas del monasterio de Carboeiro, destruido por Almanzor, levantado de nuevo y, finalmente, abandonado desde la exclaustración de 1835.

Tui. Fue ciudad fronteriza y por ende levantaron arriba, dominando el estuario y amplias márgenes de Portugal, una catedral erizada de almenas. El resto se arracimó a su alrededor. Después, fue apaciguando y embelleciéndose hasta convertirse en conjunto histórico-artístico.

Vigo. A lo largo de los siglos, fue insistentemente asediada. Y ahora está invadida por un aluvión de creyentes “celtiñas”. Hay que subir a los miradores de A Guía y O Castro (con hermosa fortaleza). Es bueno acercarse al barrio marinero de Berbés y su mercado de la Piedra. Es necesario patear, arriba y abajo, desde y hasta la puesta y la Puerta del Sol, el hermoso espectáculo de un Vigo febril.