PORTUGAL, Alentejo
Portugal
ALENTEJO
El Portugal menos conocido y, probablemente, más atractivo. Casi
todo es vivo, acogedor, sorprendente. Los pueblos, villas o ciudades que
proponemos resumen, para sus moradores, todo lo memorable. Cada adoquinado, las
casitas familiares, de piedra musgosa o de adobe enjalbegado –blanco, añil o
multicolor–; los campos serenamente bellos, las sierras abruptamente dulces;
este matojo, aquella viña, el can cegato y cojeante; los antonios, joãos, ruis,
nunos y manueles de justo al lado, conservan y narran la “intrahistoria” de un
pueblo “fatalmente” enamorado de sí mismo, de su entorno más inmediato. El
resto de Portugal es mundo. (TurisNorte)
Beja. Fue “Pax Julia” con los romanos y, tras los visigodos, llegaron
los árabes para l l a m a r l a Baju. Así que le sobra historia, y algunas
historietas. Como aquélla de la abadesa del convento de la Concepción, a la que
un avispado francés atribuyó las célebres, apasionadas y hermosísimas “Cartas
portuguesas”. Se conserva el ventanal manuelino del cortejo. Aparte de este
recuerdo, el convento-museo es bellísimo y merece visita, al igual que la torre
del Homenaje y la capilla visigótica de Santo Amaro.
Castelo de Vide. De puntillas y abrazada a una colina, esta curiosa villa
alentejana ofrece un conjunto de callejuelas, chimeneas, iglesias, palacios,
judería, castillo, inigualable.
Elvas. La mayor fortaleza de Portugal (22 torreones, 11 puertas y
barbacana), surtida de agua por el acueducto de Amoreira (7’5 kms.), ahíta de
asedios y repleta de rincones, edificios monumentales e iglesias revestidas de
azulejos.
Estremoz. Entre Borba y Estremoz, los montículos llevan siglos abiertos en
canteras de mármol, que nos deslumbra desde arcos, dinteles y sillares de
muchísimas casas. Sobre la colina descolla un imponente torreón dorado de 27
metros, con sala octogonal y ventanas en forma de trébol. Es parte del castillo
de Dom Dinís y su esposa Santa Isabel, quien “mintió” aquí cuando el milagro de
las rosas y aquí murió en 1336. Hoy es la más bellas y suntuosa Pousada, con
puertas y escalera de mármol, paneles de azulejos, muebles de época… En una de
las torres, la hermosa capilla cuadrada de Sta. María. Al otro lado de la
plaza, el palacio que fue del mismo Dinís (tras la explosión del polvorín
apenas quedaron las góticas Sala de Audiencias y logia), reconstruido por Juan
V. En la ciudad baja, que conserva el recinto amurallado del siglo XVII,
sobresale la gran plaza del Rossío, donde los aficionados a la cerámica pueden
comprar, en el mercado semanal de los sábados, “bonecos” (figuritas
multicolores de santos y tipos populares), “moringues” (botijos de doble pico)
y “púcaros dos reis” (vasijas o pucheros con incrustaciones de mármol).
Evora. Su perímetro amurallado llegó a superar los 6 kms. de longitud,
10 puertas, 40 cubos y torreones, fosos, barbacana. Es inacabable la relación
de edificios notables: iglesias de Sâo Antâo, de S. Juan Evangelista, de la
Concepción, de Graça, de la Misericordia, Real de S. Francisco (con su capilla
de los huesos), de las Mercedes, de Sta. Clara, de Sâo Brás, Sâo Bento Castris;
catedral, convento de Lóios (hoy Pousada), del Carmen, del Calvario, de
L’Espinheiro; acueducto de Auga da Prata (19 kms.); palacios del Inquisidor,
Cadaval, de Portoalegre, de Resende, de los Condes de Basto, de Dom Manuel; templo
romano de Diana, museo regional, antigua universidad; casas Cordovil, Soure,
Vasco de Gama; murallas… No ha de extrañar que sea una de las ciudades más
justamente declaradas “patrimonio de la humanidad”.
Grândola. La madrugada del 25 de abril de 1974 su nombre fue contraseña,
en la voz del excepcional José Afonso, para tomar la libertad a golpe de
claveles. España aprendió mucho.
Marvão. Casi al lado de Castelo de Vide. Las dos villas se saludan, a
gran altura, de castillo a castillo.
Monsaraz. A gusto de muchos, el más encantador pueblo blanco del Alentejo,
y quizás de Portugal.
Portalegre. Desde lo alto del castillo de Dom Dinís, se sitúan muy bien la
catedral renacentista, el museo del gran poeta José Régio, el convento de San
Bernardo (que en tanto nos recuerda al excomulgado y arrepentido obispo de
Guarda Jorge de Melo) y la pombalina fábrica de tapices y sedas (que el marqués
acomodó en el expropiado colegio de jesuítas).
Santiago de Cacém. La colina donde se emplaza está
coronada por un castillo de origen árabe y que mira al mar de Sines. Al lado,
la ruinas romanas de Miróbriga (hipódromo, foro, viviendas, termas).
Sines. Al sur de Lisboa (155 kms.), con numerosas playas y lagunas en
dirección norte y sur. Al pie de su castillo nació el descubridor Vasco da
Gama.
Vila Nova de Milfontes. Unos 45 kms. al sur de Sines y
en la orilla del río Mira, que desemboca en el Atlántico a escasos mil metros.
El violento oleaje es casi imperceptible en los arenales del estuario,
defendido por altos promontorios de dunas fijas.
Vila Viçosa. Es abundante (es decir, “viçosa”) en historia (fue solar de la
última dinastía de la monarquía portuguesa, la de los Bragança, entre 1640 y
1910) y en monumentos (fortaleza y castillo, palacio ducal, convento das
Chagas, puerta manuelina de los Nudos e iglesia de los Agustinos). Para no
perderse.