PORTUGAL, el fado
Portugal
EL FADO
De la “saudade” al “fado” “Saudade es lo portugués, somos nosotros
mismos. Para nosotros es instintivo, algo que aprendimos a lo largo de los
momentos difíciles de nuestra historia” (Amália Rodrigues).
Este sentimiento agridulce, nostálgico, melancólico, tierno,
desgarrado, acompañó a los navegantes que partieron de riberas conocidas y
amadas hacia destinos desconocidos y temidos; acompañó a colonos, aquellos
emigrantes que soñaban con el regreso y, entretanto, contaban casi a oscuras lo
que habían dejado. Con el tiempo, perdieron los perfiles, los contornos, los
bultos. Y terminaron por reinventarlo todo. Las primeras veces se contaba en
detalle. Alguien enloqueció una noche, y salmodiaba la historia, sin adornos.
Al cabo, uno sintió un chasquido de emoción y abandono, de “saudade”. Y cantó
un fado.
Como dice Saramago, “habitamos físicamente un espacio, pero
sentimentalmente vivimos en una memoria”. (J. A. Iglesias).
Precisiones
“El Fado es antiguo, pero no anticuado. El Fado es triste, pero no
infeliz. El Fado es oscuro, pero no gris. El gris es el tono medio, el Fado
habla de sentimientos, y éstos no son nunca de medio tono”.
Dónde
“Por la noche, en el viejo Lisboa, al pie de Alfama, cerca del
río, en una callejuela en forma de escalera, me llevaban a oír fados a un lugar
desconocido por los turistas. Es un restaurante pequeño, donde los portugueses
cantan para sí; más exactamente, diría que cada cual canta para sí mismo, como
si la música le permitiera vaciar su corazón. Una mujer joven y muy bella entona
fados igual que si soñara de pie; la sucede otra, con cara de estatua quebrada
y cuya voz rauca tiene, a menudo, modulaciones muy suaves, notas repetidas,
como las de un pájaro. También las tres guitarras tienen un registro propio.
Una exhibe acentos de clavicordio, cuando imita a la lluvia sobre un techo de
zinc; otra recuerda extraños dulzores hawaianos. La música resbala, se
encabrita, nos transporta muy lejos, hacia una bruma, desgarrada, de golpe, por
el sol” (Julien Green).
Letras de Amália Rodrigues
Si supiese,
si supiese que muriendo tú me habrías,
tú me habrías de llorar,
por una lágrima,
por una lágrima tuya,
¡qué alegría!,
me dejaría matar.
“Lágrima”
Qué extraña forma de vida
tiene este mi corazón:
vive una vida perdida.
¿Quién le daría este don?
¡Qué extraña forma de vida!
Ya no te acompaño más.
Para, deja de latir.
Si no sabes dónde vas,
¿por qué insistes en seguir?
Ya no te acompaño más.
“Qué extraña forma de vida”